5 errores del coaching ejecutivo que hay que evitar

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En esta nota, cinco de los mayores errores que, según los experimentados presidentes de Vistage Marty Stowe, Steve Johnson y Kurt Graves, pueden cometer los coaches ejecutivos.

DESARROLLO PERSONAL

Durante la transición de la C-suite al coaching ejecutivo, hay una serie de errores comunes que pueden dar al traste con la carrera de un nuevo coach.

Los experimentados presidentes de Vistage Marty Stowe, Steve Johnson y Kurt Graves aprendieron algunas lecciones por las malas. Pero con perseverancia, sus grupos asesores y sus esfuerzos de coaching individual, encontraron el éxito. Ahora, comparten sus conocimientos con la esperanza de facilitar el camino a los demás.

He aquí cinco de los mayores errores que, según ellos, pueden cometer los coaches ejecutivos.

1. Confundir coaching y consultoría

Lo primero y más importante es que cualquiera que intente introducirse en el coaching ejecutivo debe entender que es fundamentalmente diferente del trabajo de consultoría.

En una relación de consultoría, el cliente llega con un problema por cuya solución paga. En una relación de coaching, el tutelado llega con un problema que necesita ayuda para resolver por sí mismo.

O como dice Stowe: «Los consultores responden a tus preguntas. Los coaches cuestionan tus respuestas».

Además, la relación entre un coach y su tutelado es mucho menos transaccional que una consultoría. Tratar a un cliente de coaching ejecutivo como se trataría a un cliente de consultoría puede estropear la relación. Esto se debe a que el coaching se basa en la confianza, la sinceridad y el deseo del coach de ayudar al tutelado a encontrar sus propias soluciones y convertirse en el mejor líder que pueda ser.

El coaching también requiere un mayor compromiso con una sola persona. Graves compara cómo sus compromisos de consultoría terminaban con la finalización de un trabajo concreto, mientras que sus relaciones mentor-aprendiz se renuevan cada mes y pueden durar años. «Es completamente diferente», afirma.

2. Dejar que el ego se interponga

Como antiguos directores generales y líderes empresariales, muchos coaches están acostumbrados a ser el centro de atención. Pero el coaching ejecutivo es una forma de liderazgo de servicio que requiere la voluntad de ceder el escenario.

«Los coaches ejecutivos son grandes guías y nunca olvidan que no son el héroe», dice Stowe. «El cliente es el héroe».

El trabajo de un coach consiste en dar prioridad a las voces de sus tutelados y sentirse cómodo ocupando un segundo plano en una discusión.

«No es lo más fácil del mundo sumergir tu ego en el grupo o sumergir tu ego en la conversación», dice Johnson.

Hay que saber admitir cuando uno se equivoca y no tomarse como algo personal el hecho de que un posible alumno no acabe de encajar.

«Me resultó muy, muy difícil adaptarme a vender mis servicios como coach individual porque tenía demasiado apego a mi ego, y me tomaba los ‘noes’ muy a pecho», admite Graves. Afortunadamente, con el tiempo le resultó más fácil desprenderse de su ego y su lista de clientes floreció.

3. Creer que lo sabes todo

«El coaching consiste en no saber. Se trata de curiosidad y preguntas», afirma Graves. Un buen coach debe iniciar cada conversación abierto a la posibilidad de aprender algo nuevo.

Escuchar -con atención y constancia- es esencial para un buen coaching ejecutivo. Un coach que piense que ya tiene todas las respuestas no suele saber escuchar.

Aunque la labor de un mentor es basarse en la experiencia vivida y ofrecer la sabiduría adquirida con tanto esfuerzo, un mentorizado tendrá con la misma frecuencia una nueva perspectiva que compartir.

«Para mí, el coaching y el mentoring son un continuo que no tiene principio ni fin», afirma Stowe. «Es una relación constante». Una que requiere humildad, apertura y no poca dosis de mutualismo para prosperar.

4. No ser flexible

Cuando se hacen malabarismos con numerosos alumnos, puede resultar tentador para un coach abrumado abordar cada reunión con una estructura formulista. Sin embargo, un exceso de estructura puede impedir que el coach llegue al meollo de la cuestión. En su lugar, los coaches deben dejarse llevar por la conversación y adaptar su enfoque a cada persona.

La naturaleza individualizada de las conversaciones de coaching ejecutivo significa que no hay una talla única. «En última instancia, lo que quieres es que crezcan, hagan el trabajo y lo descubran por sí mismos», afirma Johnson.

A veces, explica Stowe, la flexibilidad significa estar dispuesto a hacer un esfuerzo adicional. Ofrecer consuelo durante dificultades personales; cancelar otra reunión y permanecer en la llamada un poco más; no interrumpir una conversación productiva.

En una carrera centrada en las relaciones, los coaches ejecutivos que no puedan adaptarse a las necesidades únicas de cada alumno tendrán a menudo dificultades para conservar a sus clientes.

5. Retención

La honestidad es la base de la relación entre el coach y el cliente. Es importante no comprometerla nunca. Para algunos coaches, la necesidad de ser amables puede hacer que eviten plantear verdades difíciles que deben discutirse. Eso es un error.

«No se puede endulzar nada», dice Johnson. «Si va a ser una conversación difícil, siempre es bueno empezar diciendo: ‘Creo que a los dos nos va a resultar un poco difícil.»

A veces, el coach debe soportar un silencio incómodo o hacer la misma pregunta dos veces. Un coaching eficaz implica responsabilizar a los clientes. Por tanto, ambas partes deben hablar con franqueza, sin segundas intenciones. Para la mayoría de los ejecutivos, obtener una imagen sin ambages es una rareza, y no es algo que un coach de calidad rehúya.

«Para eso me pagan», dice Stowe. «Me pagan para que les diga lo que necesitan oír, no lo que quieren oír».

Evitando estos errores, los coaches ejecutivos pueden hacer una transición más suave de la dirección ejecutiva a sus nuevas carreras.

Este artículo se publicó primero en Vistage US, puedes leer la versión original en inglés aquí.

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